Alimentos locales, sin pesticidas y cuya producción no genere emisiones ahora son posibles más allá de pequeños huertos urbanos. La producción a escala industrial responde al nombre de agricultura vertical. A pesar de que en Europa la agricultura tradicional tiene un peso importante, ya hay compañías que trabajan el cultivo vertical, ayudando a ahorrar agua y espacio, moldeando un mercado que crecerá exponencialmente en los próximos años, hasta alcanzar ingresos por valor de 6.400 millones de dólares para el año 2023.
Esta nueva forma de cultivo permite predecir los resultados de una cosecha, conseguir alimentos de mejor calidad y reducir el impacto medioambiental. Asimismo, se incrementa la productividad por pie cuadrado hasta en 390 veces respecto a las granjas de tierra. Otra de las ventajas es la posibilidad de automatización completa e integración con big data, lo que la hace aún más sostenible y optimizada. Además, las cosechas que se obtienen son más homogéneas, disminuyendo el desperdicio alimentario, y permiten tener varias cosechas al año, al no depender del clima.
En definitiva, el sector está encaminado hacia factorías vegetales controladas por agricultores de bata blanca y luces LED, que distribuyen diferentes cultivos en distintas plantas, a distintas alturas. Su instalación puede darse en zonas consideradas nulas para la agricultura tradicional y pueden llegar a permitir el cultivo de alimentos a la carta.